Cuando yo llegué ella ya había abierto las puertas que dan al balcón, y se había encontrado nada más que con el cielo...
Felisberto Hernández
Las razones por las cuales un balcón puede suicidarse
son múltiples pero el balcón al que me refiero fue de los que se inmoló.
Se desconoce con exactitud los motivos de tal acto, solo hay conjeturas
no muy válidas. Parece que la muchacha de la casona solía escribir
poemas con métrica y esta pasión la realizaba de manera obsesiva.
¿Se imaginan una persona que durante años, apoyada en
la barandilla, busque y busque si la rima es asonante o consonante? Si
bien no debería ser un motivo concluyente entiendo que la convivencia
debió haber sido escabrosa.
Otras versiones, aluden a que se debió a un acto de
amor. El balcón decidió desplomarse como un acto ejemplificante y no
solo eso, lo hizo de forma que pudiera ser visto por
Marina y todavía como en 3D como para impresionarla. La idea era que
ella reconociera que no todo puede medirse o predecirse y que
abandonarse es precioso.
Para Marina la imaginación o las palabras eran como un ábaco, cuando se le decía buen día, ella respondía:
Luego de nombrarlas le recorría un cosquilleo, una
agitación que contagiaba al camisón moviéndolo del balcón al piano y del
piano al sillón. Parecía la canción de Charly García, Yendo de la cama al
living.
De manera definitiva, ese balcón, tenía demasiada
paciencia. No encontraba el modo de decirle que para escribir era
necesario ser un tanto obsesivo, pero con la suficiente flexibilidad
como para no estar todo el día contando sílabas con su mano derecha que
con pequeños golpes agobiaba los barrotes.
En voz alta, mantenía una conversación consigo misma de modo laberíntico que concluía en: -Son más fáciles las terminaciones con ada, como por ejemplo bandada, bajada, balada, calzada,
castrada, clavada, fritada, frustrada, posada, porfiada, pautada... - nombraba entre 80 a 100 palabras-. Y continuó:
La situación era límite, surgieron pactos entre el
balcón y el piano. En primera instancia intentaron acordar para luego
seguir las decisiones del balcón:
En definitiva ya había disfrutado del esplendor de
esta mujer en muchas razones incluyendo las razones líricas que
deslizaban sus muslos y sus pechos. Pero había algo más, el balcón había
quedado marcado por la simpatía de una visita que pudo poner humor a la
casona. Colocó el tiempo del humor, tan necesario en Marina. El humor
es una borrachera, y en Marina parecía que provocaba un action painting hormonal.
Este visitante con sus chistes avivó la necesidad de
una transformación sustancial, digamos radical y como un efecto
mariposa, disparó decisiones terminantes.
En primer lugar la botella optó por irse de la
casona. No era posible vivir maniatada, en la presión del cuello, de modo
permanente, solo para favorecer la espiritualidad de otros. Luego le
siguió el piano y al final sucedería la gran acción del balcón.
Sin embargo, parece que desatar el humor, no fue lo
que más conmovió al balcón, no fue la seducción de ese señor que visitó
la casona. Fue el susto por el goce de la mujer, ver la voluptuosidad de
Marina en las carcajadas en medio de chistes y chistes que le
provocaban una exaltación conmovedora y asombrosa. La risa estrepitosa,
la boca abierta, los brazos en la panza, el movimiento de sus
redondeces, la volvían pasional. El deleite impresionante de sus dedos
que se apretaban y aflojaban en el sillón, eran exultantes. Parecía que
su risa tenía muchas posiciones, llegaba hasta abrazarse como si acunara
al placer. Se balanceaba hacia adelante, hacia los costados. Agitada
marchó a mirar el cielo y al abrir las ventanas el brillo la apretaba y
le hacía cosquillas en el pelo. Decidida y despeinada, le dijo:
Festival Felisberto Hernández
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