Alguien por ahí

domingo, 1 de enero de 2017

Eli Narrativa: El balcón de la pantalla


Cuando yo llegué ella ya había abierto las puertas que dan al balcón, y se había encontrado nada más que con el cielo...
Felisberto Hernández



Las razones por las cuales un balcón puede suicidarse son múltiples pero el balcón al que me refiero fue de los que se inmoló. Se desconoce con exactitud los motivos de tal acto, solo hay conjeturas no muy válidas. Parece que la muchacha de la casona solía escribir poemas con métrica y esta pasión la realizaba de manera obsesiva.
¿Se imaginan una persona que durante años, apoyada en la barandilla, busque y busque si la rima es asonante o consonante? Si bien no debería ser un motivo concluyente entiendo que la convivencia debió haber sido escabrosa.
Otras versiones, aluden a que se debió a un acto de amor. El balcón decidió desplomarse como un acto ejemplificante y no solo eso, lo hizo de forma que pudiera ser visto por Marina y todavía como en 3D como para impresionarla. La idea era que ella reconociera que no todo puede medirse o predecirse y que abandonarse es precioso.
Para Marina la imaginación o las palabras eran como un ábaco, cuando se le decía buen día, ella respondía:
-Hola ¿Qué tal como estás? -pensaba- ¡Un octosílabo perfecto! Y continuaba:
-De la palabra va...de va.. sería ...chachachá, guaraná,...son rimas consonantes. Las asonantes, degustar, cabalgar, contumaz.
Luego de nombrarlas le recorría un cosquilleo, una agitación que contagiaba al camisón moviéndolo del balcón al piano y del piano al sillón. Parecía la canción de Charly García, Yendo de la cama al
living.
De manera definitiva, ese balcón, tenía demasiada paciencia. No encontraba el modo de decirle que para escribir era necesario ser un tanto obsesivo, pero con la suficiente flexibilidad como para no estar todo el día contando sílabas con su mano derecha que con pequeños golpes agobiaba los barrotes.
En voz alta, mantenía una conversación consigo misma de modo laberíntico que concluía en: -Son más fáciles las terminaciones con ada, como por ejemplo bandada, bajada, balada, calzada,
castrada, clavada, fritada, frustrada, posada, porfiada, pautada... - nombraba entre 80 a 100 palabras-. Y continuó:
-Las consonantes difíciles son aquellas que rimen con noche, pero no quiero poner broche o coche, porque no me son familiares. Lo terrible fue cuando quiso rimar con la palabra negro, una rima consonante, de dos o tres sílabas.
-Legro, suegro... legro... legro... legro... suegro..¡Ah, alegro!-Exclamó de repente- mientras se interrogaba:
-¿Qué es legro?
La situación era límite, surgieron pactos entre el balcón y el piano. En primera instancia intentaron acordar para luego seguir las decisiones del balcón:
-No se preocupen me inmolo y resucitaré porque un balcón inmolado puede decidir hasta cuando es necesario estar muerto. Los inmolados son los únicos que entienden que no pueden estar muertos toda la vida.
En definitiva ya había disfrutado del esplendor de esta mujer en muchas razones incluyendo las razones líricas que deslizaban sus muslos y sus pechos. Pero había algo más, el balcón había quedado marcado por la simpatía de una visita que pudo poner humor a la casona. Colocó el tiempo del humor, tan necesario en Marina. El humor es una borrachera, y en Marina parecía que provocaba un action painting hormonal.
Este visitante con sus chistes avivó la necesidad de una transformación sustancial, digamos radical y como un efecto mariposa, disparó decisiones terminantes.
En primer lugar la botella optó por irse de la casona. No era posible vivir maniatada, en la presión del cuello, de modo permanente, solo para favorecer la espiritualidad de otros. Luego le siguió el piano y al final sucedería la gran acción del balcón.
Sin embargo, parece que desatar el humor, no fue lo que más conmovió al balcón, no fue la seducción de ese señor que visitó la casona. Fue el susto por el goce de la mujer, ver la voluptuosidad de Marina en las carcajadas en medio de chistes y chistes que le provocaban una exaltación conmovedora y asombrosa. La risa estrepitosa, la boca abierta, los brazos en la panza, el movimiento de sus redondeces, la volvían pasional. El deleite impresionante de sus dedos que se apretaban y aflojaban en el sillón, eran exultantes. Parecía que su risa tenía muchas posiciones, llegaba hasta abrazarse como si acunara al placer. Se balanceaba hacia adelante, hacia los costados. Agitada marchó a mirar el cielo y al abrir las ventanas el brillo la apretaba y le hacía cosquillas en el pelo. Decidida y despeinada, le dijo:
-¡¡Pare, pare que no puedo más!!-mientras el balcón en su quietud observaba como un voiyeur. Entonces dicen que en ese momento, en ese momento preciso, se desplomó. Ella enfiló hacia el ventanal que ahora daba al vacío y sintió algo turbulento, apretó las manos contra el pecho, y como una animala recuperada regurgitó. Se quebró y en el quiebre se deslizó por el aire, encontró más risas y más risas y muerta de risa apretaba los ojos, hacía fuerza para no abrirlos y le sobrevino algo parecido a un vuelo. Sucedió de manera tan pero tan vívida que se sentía convalesciente. Voló, se babeó, chispeó hasta que Marina se inmoló, se inmoló junto al pororó en los créditos de la pantalla.




Festival Felisberto Hernández

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