Alguien por ahí

sábado, 13 de enero de 2024

Eli Rodríguez- Microrrelato-La novela rosa

 La novela rosa

Se había creado la novela rosa sin saber las consecuencias que tendrían los personajes femeninos que están acostumbras a arrobarse en algún jardín propicio.

Todo comenzó con cierto aire heroico para crear puntos de llegada, como por ejemplo las guerras, donde estaban las diosas para luego ser encerradas durante siglos. Ya en el siglo XXI pudieron salir de la cueva de la casa o de la clausura y como telón de fondo querían desterrar los sillones del siglo XIX, las razones del siglo XVIII y las Dulcineas del XVII. Entonces ya en el XX se establecieron guirnarlas, balcones y ramitos en un camino laureado que prometía llevar luces decorativas cercanas a la luminaria de los palacios. En fin, se trataba de la construcción de un chip de gratificaciones con problemas ingenuos que esta novela venía a traer de nuevo...

Se entendía que la eficacia era masiva y se comportaba como una pandemia en medio de principios políticamente correctos que se entendían, debían asociarse a los sentimientos amorosos más íntimos. Es decir, resaltaba palabras que se dicen en voz baja o se piensan en bancos de plazas en primavera.

El nuevo chip se instalaba entre adentros y afueras, con puertas y ventanas, con aire incluido. Solía tener algunos agujeros para la lluvia que siempre caía en la silla de ella, acompañados de un repertorio de espacios que solo generaban ambiente, pero que no aportaban al argumento. Literalmente teníamos que ver si el chip de la novela rosa podía producir un lugar propio o hacía que las mujeres fueran en busca de una habitación. Una mentada habitación donde guardar los croquis de los chips de otras novelas e incluso de cuentos. Una habitación cercada y cuidada como un jardín oriental que alberga una nostalgia poética. Pero se llegó a la conclusión que ese carácter lejano y exótico era propio de la modernidad y, por tanto, se proponía incluir alguna palabra que muestre los nuevos amores y las nuevas sacralizaciones de los medios digitales. Es entonces que estos amores podían incluir la palabra celular o incluso trabajar con algunos memes. Esto revolucionaría la lectura rosa, además de proponer nuevas formas del enamoramiento porque el arte propone y la vida pasado un tiempo dispone.

Las bases recreadas se fueron ennegreciendo y llenando de vacíos. Eran vívidos y llamativos. Ya estaban prontos para venderse en supermercados. ¿A quién no le gusta que le regalen un objeto novedoso solo para guardarlo y esperar que se vuelva viejo?

Ese tumulto de sensaciones a través de un chip hacía que las ingenieras y la ingeniería pudieran crear una máquina de novela rosa, pero con estos aditivos. Llevaba tiempo de trabajo y estudio, además ninguna de ellas se iba a hacer rica con eso. La idea era mover los textos hacia lugares sin joyas, sin palacios y encontrarse con el mismo corredor de siempre, con caca de perro, en un apartamento de pasillo común y aun así enamorarse. Seguro que esto era desalentador, además de colaborar con los rituales evitativos que simula todo enamorado, porque el juego está en demostrarle al otro que no le interesa por temor al rechazo. Igualmente, se hizo la máquina.

El chip quedó mudo, se instaló adentro de las habitaciones creando los mismos ismos. La máquina de la novela rosa ahora se había convertido en una sarta de dislates inconcebibles, incluyendo las viejas cursilerías amorosas entre medio de sudores y humedades. Había triunfado aquella que nostalgiamos. Entonces las ingenieras y la ingeniería decidieron terminar con el proyecto de nueva máquina, porque ya no querían hacer nada en el ámbito de la novela rosa y comenzaron a decir a coro: !Ya, no¡, ¡ya, no!, y se hicieron poetas.