Alguien por ahí

sábado, 26 de febrero de 2022

Eli Rodríguez-Relato Niñes Afro: Club social y deportivo “Los Flamencos”

Cuando Marysol venía a saludar el vestido le quedaba como un sombrero. Tenía la complicidad del sol que la imaginaba asombrada por un grito redondo de la hinchada golpeando en la red. Una sombra de canciones la acompañaban, eran tarareos inexplicables que la sorprendían y la hacían reír sola. En las tardes entre el muro y los championes le nacía una potencia arrasadora rodeada de macetas que a veces se caían. De lejos la canchita la miraba entre los ladrillos y el tejido, parecía invitarla. Sus medias ralladas, rojas y negras, tenían los colores de la pelota número 5 que el abuelo le había regalado. Ella insistía de tarde con su pelota que la guardaba debajo de la cama... ¡pim, pum, pam!, y otra vez... ¡pim pum pam!
En un mes, se abriría un llamado a aspirantes para el club de baby fútbol “Los Flamencos”. Un miedo de solamente pensar en hacerse la ficha le daba retorcijones en la panza, como cuando comía naranja de noche. Tuvo temor, dudó de seguir adelante con la idea, se le desgranaba como cuando se le deshacían los alfajores, que prefería dárselos a su hermano.
Continuó las tardes, con su rutina, se sacaba la túnica, se ataba bien los cordones y de nuevo a jugar contra el muro. Iba y venía la pelota, mientras transmitía los partidos. Ella se veía como los jugadores a los que les ponía nombre de mujer; “Luisa”, “La Rusa”, con “Diego” era más complicado... Otras veces, los nombraba con el apellido que le resultaba más fácil. La pared descascarada, de tanto pelotazo, parecía decirle a Marysol que estaba agotada. Y otra vez, otro día
contra el muro dale que va.
Allá, a las cansadas, como decía la abuela, el último día, cinco minutos antes de terminada la inscripción, se anotó. ¡Todo a último momento! -le decía un murmullo- el mismo que escuchaba en las mañanas antes de ir a la escuela, al guardar los útiles en la mochila. Se armaba un lío. De lejos veía la cuadernola que quedaba abierta arriba de un banco, por allá el lápiz, que se escondía debajo
de la mesa. ¡Y para rematarla!... las medias, encontrar las medias ralladas, eran como la búsqueda del tesoro.
Cuando se anotó en el Club social y deportivo "Los Flamencos" se notó un cambio en ella. Ella comenzó a ser otra y era ella, pero lo que sí cambio fue el club. Empezaron las primeras prácticas que la perfilaban como un bólido en la defensa. Aquel club, el de “Los Flamencos” era el que le hacía dejar la camiseta en la cancha. Dentro de ella rodaban y rodaban las ilusiones. Sentía, eso, que todo rodaba. Eso sentía.
Entonces, un canto le sobrevenía como una azarosa melodía, yo soy Marysol, la que te hace el gol, pero un susurro cerca del arco le decía, ¡Dale motitas, que los de afuera son de palo!

 


 
















 *este cuento fue presentado a la convocatoria afro realizada en ocasión del homenaje a Horacio Quiroga, Cuentos de la Selva, junto a las poetas emergentes.