La
novela rosa
Se
había creado la novela rosa sin saber las consecuencias que
tendrían
los personajes femeninos que están
acostumbras a arrobarse en algún
jardín propicio.
Todo
comenzó
con cierto aire heroico para
crear puntos de llegada, como por ejemplo las guerras, donde estaban
las diosas para luego ser encerradas durante siglos. Ya
en el siglo XXI pudieron
salir de la cueva de la casa o de la clausura y como telón de fondo
querían desterrar los sillones del siglo XIX, las razones del siglo
XVIII y las Dulcineas del XVII. Entonces ya en el XX se establecieron
guirnarlas, balcones y ramitos en un camino laureado que prometía
llevar luces decorativas cercanas a la luminaria de los palacios. En
fin, se trataba de la construcción de un chip de gratificaciones con
problemas ingenuos que esta novela venía
a
traer de
nuevo...
Se
entendía que la eficacia era masiva y se comportaba como una
pandemia en medio de principios políticamente correctos que se entendían,
debían asociarse
a los sentimientos amorosos más
íntimos. Es
decir, resaltaba palabras que se dicen en voz baja o se piensan en
bancos de plazas en primavera.
El
nuevo chip se instalaba entre adentros y afueras, con puertas y
ventanas, con aire incluido. Solía
tener
algunos agujeros para la lluvia que siempre caía
en la silla de ella, acompañados de un repertorio de espacios que
solo generaban ambiente, pero que no aportaban al argumento.
Literalmente teníamos
que ver si el chip de la novela rosa podía producir un lugar propio
o hacía
que las mujeres fueran en busca de una
habitación. Una mentada habitación donde guardar los croquis de los
chips de otras novelas e incluso de cuentos. Una habitación
cercada
y cuidada como un jardín oriental que alberga una nostalgia poética.
Pero se llegó a la conclusión que ese carácter lejano y exótico
era propio de la modernidad y, por tanto, se proponía
incluir alguna palabra que muestre los nuevos amores y las nuevas
sacralizaciones
de los medios
digitales. Es entonces que estos amores podían
incluir la palabra celular o incluso trabajar con algunos memes. Esto
revolucionaría la lectura rosa, además de proponer nuevas formas del
enamoramiento porque el arte propone y la vida pasado un tiempo
dispone.
Las
bases recreadas se fueron ennegreciendo y llenando de vacíos. Eran
vívidos y llamativos. Ya estaban prontos para venderse en
supermercados. ¿A quién
no le
gusta que le regalen un objeto novedoso solo para guardarlo y esperar
que se vuelva viejo?
Ese
tumulto de sensaciones a través
de un chip
hacía que las ingenieras y la ingeniería pudieran crear una máquina
de novela rosa,
pero con estos aditivos. Llevaba tiempo de trabajo y estudio, además
ninguna de ellas se iba a hacer rica con eso. La idea era mover los
textos hacia lugares sin joyas, sin palacios y encontrarse con el
mismo corredor de siempre, con caca de perro, en un apartamento de
pasillo común y aun así enamorarse.
Seguro que esto era desalentador, además
de colaborar con los rituales evitativos que simula todo enamorado,
porque el juego está en demostrarle al otro que no le interesa por
temor al rechazo. Igualmente,
se hizo la máquina.
El
chip quedó mudo, se instaló adentro de las habitaciones creando los
mismos ismos. La máquina
de la novela rosa ahora se había convertido en una sarta de dislates
inconcebibles, incluyendo las viejas cursilerías
amorosas entre medio de sudores y humedades. Había
triunfado aquella que nostalgiamos. Entonces las ingenieras y la ingeniería
decidieron terminar con el proyecto de nueva máquina,
porque ya
no querían
hacer nada en el ámbito de la novela rosa y comenzaron a decir a
coro: !Ya,
no¡,
¡ya,
no!, y se hicieron poetas.